9 de enero de 1822 Se inicia el conflicto entre Portugal y Brasil

9 de enero de 1822 Se inicia el conflicto entre Portugal y Brasil

9 de enero de 1822 Se inicia el conflicto entre Portugal y Brasil. Tal día como hoy en 1822, el joven príncipe Pedro de Portugal, de 22 años, decide desobedecer las órdenes directas de su padre João VI, monarca portugués, y decide establecerse en Brasil. Esta decisión venía precedida de un período de crisis que culmina en 1821 con la disolución del Gobierno central en Río de Janeiro.

Este hecho es visto por parte del pueblo de Brasil como un intento por parte del rey de Portugal para que Brasil se convirtiera de nuevo en colonia portuguesa; tendría que haber dejado de serlo en 1815, y se reemprendería el conflicto entre portugueses liderados por el general Jorge de Avilez y el pueblo de Brasil.

9 de enero de 1822 Se inicia el conflicto entre Portugal y Brasil. Pedro de Portugal, de apenas 22 años, desafía a su padre João VI

Con la situación salida de control llegarían al príncipe Pedro, a sabiendas de que a diferencia de su padre era un firme defensor del liberalismo. Más de 8.000 firmas suplicando que desobedeciendo las órdenes de su padre se quedara en Brasil y se opusiera a Avilez. Ante esta petición, Pedro decidiría quedarse y hacer frente a Avilez.

Sin embargo, este hecho supondría el inicio de un enfrentamiento entre padre e hijo que acabaría con la proclamación de independencia de Brasil con Pedro I como emperador el 7 de septiembre de este mismo año. El reconocimiento por parte de Portugal, pero, no llegó hasta 1825. Un año más tarde Pedro I de Brasil abandonaría el continente americano para ser coronado en Lisboa como rey de Portugal; donde sería recordado como el Rey Soldado.

9 de enero de 1822 Se inicia el conflicto entre Portugal y Brasil

9 de enero de 1822 Se inicia el conflicto entre Portugal y Brasil, entre Pedro de Portugal y su padre João VI.

El concepto de nación

El concepto de nación, tal y como se entiende en nuestros días, no aparecerá hasta principios del siglo XIX si bien es cierto que el término nations derivado del nascor (nacer) había aparecido ya en la Edad Media, se usaba tan sólo para aglutinar a grupos de personas nacidos en un mismo lugar, sobre todo para diferenciar a los estudiantes de las universidades en grupos según su procedencia. La palabra nación tal y como lo entendemos hoy día, equivalente en cierta medida a pueblo, aparece con el romanticismo y es durante la Revolución Francesa cuando comienza a popularizarse, un concepto muy ligado al de libertad e igualdad. Hasta que Napoleón lo exportaría a todo el mundo como estandarte.

Partiendo de esta entradilla, se observa que el término nación es de reciente creación y como veremos a continuación resulta sumamente confuso ya que no tiene definición ni delimitación. De ahí que uno pueda vincular el término a sentimientos de todo tipo y que pasarían por todo el espectro, desde lo más positivo al más negativo. De hecho, podríamos decir que este término provoca prácticamente a partes iguales un sentimiento de identificación o unión como de rechazo frontal.

A partir de ahí aparece otro problema, qué base se le atribuye a esta presunta nación. De la misma manera que unos apelan por la lengua, otros consideran que el pilar está en la religión, o en la frontera territorial, o en la raza, en una historia común… Ernest Renan ya en 1882 intentaría resolver esta problemática descartando- uno a uno estos factores hasta establecer que sólo la voluntad colectiva de establecer una nación era la única base común en todos los casos. Una afirmación que con el tiempo sería contestada tanto desde la sociología como desde la filosofía.

Superando las primeras vicisitudes se llega al concepto de nacionalismo, que según Hobsbawm en las Naciones y Nacionalismos desde 1780, se definiría como una ideología moderna basada en una conciencia colectiva compartida por todos los miembros que se suma a una necesidad de establecer un Estado propio. Partiendo de esa base queda claro que todos los nacionalistas creen que hay al menos una nación, la suya. Esta lógica es la que lleva a algunos a pensar que la humanidad está dividida en naciones y para que exista un orden mundial cada nación debe corresponder a un estado. Se observa, pues, que aunque no haya una definición común y aceptada por todos y que gran parte de los humanos tan sólo sepan que forman parte de una, ningún nacionalista dudará de la existencia de su propia nación, ya que el sentimiento de nacionalismo muchas veces tiende a parecerse en gran medida a la creencia en Dios por su alto componente de irracionalidad.

El concepto de nación: aplicaciones actuales

Esta nación definida por los nacionalistas tiene muchas características propias, muchas únicas, que pasan desde una lengua propia a valores identitarios y elementos materiales o no, que agrupan a todos los que forman parte. Además, en muchos casos esta nación suele estar en peligro constante de disgregarse por culpa de la pérdida o abandono de rasgos identificativos por parte de sus miembros o bien por las amenazas externas en forma de otras naciones que conspiran de forma vil contra ellos. Por eso no resulta extraño ver que hay muchos individuos dispuestos a defender a su nación contra estas amenazas, arriesgando a ser necesario sus vidas ya que una vida humana es insignificante ante el concepto inmortal y atemporal de la patria.

En individuos como éstos se sustenta el Estado nacional para mantener su unidad, usando dos instrumentos, el Ejército que debe ser el encargado de defender la integridad y la independencia política frente a toda amenaza exterior y la educación nacional, que evitará la disgregación interna defendiendo la cultura nacional. A partir de ahí, el sentimiento de nacionalismo se enaltece de modo que llega un punto en el que ese nacionalismo se convierte en casi una religión secularizada.

En algunos casos de hecho, especialmente en la parte occidental del globo, el sentimiento de nacionalismo ha sustituido a los dioses como objeto de veneración. De este modo, un concepto que tiene una definición difícil en el ámbito político se ha convertido en un sentimiento contagioso que se ha ido extendiendo por el planeta, en diferentes formas, pero que en todos los casos lleva en mayor o menor medida dosis de ingenuidad religiosa además de en ningún caso satisfacer las esperanzas que se habían depositado al principio, incumpliendo así las promesas hechas en un primer momento.

La primera promesa incumplida de los nacionalismos era la de acabar con todas las guerras, precisamente por ese orden supuestamente aparecería en el mundo una vez que se hubieran definido todas las naciones como tal ya que no debemos olvidar el contexto en el que nace este concepto de nación, en la que se cree o hace creer que todos los conflictos armados son resultado de ambiciones ilegítimas de regímenes dinásticos. A este punto no debemos añadir mucho más, ya que es innegable que con el nacionalismo se han multiplicado las guerras, se han convertido en más masivas, más sangrientas y en algunos casos han llegado a escalar hasta convertirse en conflictos supra continentales. Además, han aparecido nuevas formas de hacer la guerra, como el sistema de guerrillas y otros términos que no existían antes como la conscripción o servicio militar obligatorio. También el concepto de guerra total también nace con el nacionalismo, ya que las guerras dejaron de ser una lucha por el control de una frontera donde la población se mantenía en su tierra viendo tan sólo como su gobernador pasaba a ser uno de ellos otro, para convertirse en un conflicto en el que miles de personas se ven obligados a desplazarse de sus poblaciones por culpa de estos conflictos, conflictos que además han sido mucho más mortíferos que los anteriores.

Otra promesa que en ningún momento se cumplió sería la de acabar con la opresión, puesto que como hemos visto al principio se vinculaba fuertemente este concepto de nación con la libertad e igualdad, realmente se consideraba que esta opresión era únicamente consecuencia de los imperios dinásticos y que una vez dentro del marco nacional todos serían considerados iguales. Un punto que evidentemente no puede estar más alejado de la realidad ya que el nacionalismo ha incrementado de forma indudable el odio entre distintos sectores de la población, produciendo desde persecuciones a genocidios más de una vez, a destacar entre otros el genocidio armenio por parte de los turcos o el antisemitismo en la Alemania Nazi. Además de todos los episodios de violencia armada o no por parte también de grupos de liberación nacional como ETA en el caso nacional o de los tigres tamiles en Sri Lanka, provocados también por esta aparición de los nacionalismos exacerbados.

Por último, la última promesa incumplida que se destacará en este artículo será la promesa de una primavera cultural sin precedentes en la historia. Aún y esta promesa, desde el primer momento el nacionalismo ha creado espacios culturales muy cerrados en sus fronteras, creando sistemas que desprecian la funcionalidad a favor de servir a los intereses de la nación, lo que corta las alas de forma clara y evidente a los jóvenes que ven que sus intereses son sacrificados en nombre de la cultura nacional. Sin embargo, el progreso tecnológico no se ha podido frenar y los rasgos culturales se difunden cada vez con mayor velocidad a pesar de los intentos por parte de estas naciones de limitarlo. ¿Viendo todos los problemas que han aparecido con el nacionalismo qué alternativas hay? Aquí cada uno con su forma de pensar, pero al menos plantear la existencia de Estados que sean poco más que corporaciones administrativas de ámbito geográfico sin pretensiones soberanas, y donde la democracia pierda importancia en favor de las libertades y los derechos humanos.

Antecedentes en las revueltas árabes de principios del siglo XX

Antecedentes en las revueltas árabes de principios del siglo XX. Desde finales del siglo XIX la fragmentación interna en el Imperio Otomano es tal que existe la amenaza constante de que las potencias europeas intervengan. Ante esta situación, el sultán se ve obligado a promulgar una serie de reformas, conocidas como los Tanzimat, que pretenden favorecer el desarrollo económico y educativo, especialmente con la intención evidente de homogeneizar culturalmente el territorio y favorecer a las regiones más aisladas o con menos recursos económicos.

Pese a estas acciones, los intentos reformistas llegan tarde y no evitan que se desencadene un movimiento revolucionario en 1908, movimiento que partiendo de los Balcanes se expandirá y cobrará una dimensión mucho mayor cuando los intelectuales se sumen. Este movimiento revolucionario nacido con el objetivo final de conseguir un gobierno constitucional estaría liderado entre otros por los Jóvenes Turcos, jóvenes militares e intelectuales que se organizan y ponen al frente porque consideran que se trata de su deber, prácticamente como si fuera una misión pedagógica. se tratara.

Para describir la situación que se vivirá en 1908 se usa en ocasiones el concepto árabe Inqilab, muy parecido al término derribo, aunque en un principio en ningún momento se cuestionaría la unidad del Imperio, por lo que sería más conveniente hablar reformas. Sin embargo, si es cierto que a medida que las autoridades responden de forma violenta el movimiento va cobrando cada vez más un carácter antiimperialista por el odio que genera para muchos la figura del sultán que a su vez es el califa, por lo que ejerce como líder religioso además de gobernador supremo de su territorio.

Este hecho es lo que hace que la ya proclamada Revolución de 1908 se convierta en una revolución religiosa. El cambio religioso se ha convertido así, en una oportunidad para conseguir un trasfondo buscado, conseguir mayores libertades individuales. Con esta situación y gracias a intelectuales como Al Kawakibi empezará a extenderse una idea por todo el imperio y que en algunos casos trascenderá sus fronteras, el islam necesita un movimiento de renovación que plantee varios temas que hasta ahora no habían sido abordados, como el papel de la mujer en la sociedad, un aspecto en el que se centraría especialmente el periodista Abd al Qadir al Magribi. Y a raíz de estos planteamientos, se fundarían diarios y escuelas de pensamiento dedicadas a discutir estos temas.

Davant aquesta situació ia causa del cada vegada menor suport dins de l’Imperi, el califa es veuria obligat primer a restaurar la Constitució, i després que això tampoc no n’hi hagués prou, a claudicar. D’aquesta manera els Joves Turcs es farien amb el poder prometent al poble portar a càrrec totes aquestes reformes que s’havien plantejat al principi i que amb el temps s’evidenciaria que no s’arribarien a aplicar. Si bé en un inici semblava que es notaria un canvi sense precedents en territori otomà, el començament de la Primera Guerra Mundial va tenir grans efectes al territori atès que per poder mantenir-se en el conflicte les autoritats van posar en marxa una política de privacions i indagacions que van provocar grans fams. A més, el 1915 començarien les deportacions forçoses i les matances dictades per les autoritats, contra alguns pobles com l’armeni, demostrant així que la situació a l’Imperi era cada vegada més inestable i que el desencís cap als Joves Turcs creixia a marxes forçades especialment a alguns punts d’aquest trontollant potència.

Antecedentes a las revueltas árabes de principios del siglo XX: lo que supuso

Con esta situación interna y a medida que se sumaban fracasos al frente que comportaban miles de bajas entre los jóvenes que habían sido enviados a luchar por un imperio con el que cada vez menos se sentían representados, empezarían a verse levantamientos en contra de las autoridades. Levantamientos que persistirían tras la resolución del conflicto y que el bando aliado ocupara lo que fue el Gran Imperio Otomana deponiendo a los Jóvenes Turcos, oficialmente el CUP (Comité de Unión y Progreso), aunque a partir de ese momento muchos de ellos estos pronunciamientos pasarían a ser llamados como las revueltas árabes dado el gran componente de arabidad que se demostrarían en estos actos, en los que además empiezan a plantearse la emancipación real por primera vez. Vemos pues que la injerencia extranjera provoca que empiecen a aparecer un nacionalismo que antes difícilmente podría existir, ya que antes no existía como tal un sentimiento de pertenencia al Imperio Otomano que a partir de ese momento sí aparecería con la identidad árabe , con la que cada vez más se sentían identificados por toda la carga simbólica que comportaba.

Aunque estos movimientos se harían mucho más evidentes a partir de la llegada de las potencias extranjeras, tenemos ya en 1916 la Gran Revuelta árabe que tiene como objetivo final crear un estado árabe unificado que sustituyera al fragmentado e ineficiente imperio otomano que con el CUP en el poder pretende aislar e ignorar los intereses árabes a favor de los turcos. Una revuelta por otra parte, apoyada por los ingleses y franceses que aprovecharían el descontento árabe para dividir y debilitar al Imperio Otomano que luchaba del lado de las Potencias Centrales durante la guerra.

Con el tiempo, ya medida que esta revuelta árabe va cobrando más fuerza, tanto los ingleses como los franceses retiraran su apoyo puesto que entienden que podría ser peligroso para sus intereses esta unión de territorios con aspiraciones de emancipación política que consiga, todo y que no tenga todavía un diseño claro, por último la independencia.

A pesar de haber dejado de contar con el apoyo extranjero, el odio contra todo lo vinculado con las élites dirigentes turcas que tan duramente han castigado la causa árabe es tal que en algunos puntos del dañado Imperio aparecen organizaciones árabes cada vez más fuertes, como es el caso del Reino árabe en Siria liderado por Faysal, hijo del jerife de La Meca. Este Reino árabe, aunque dejaría de existir como tal poco más que cuatro meses después de su independencia oficial tras la derrota contra los franceses, evidenciaría ese deseo de crear un gran estado árabe, la soñada Gran Siria que nunca se materializaría debido precisamente a esta injerencia extranjera, pues la región sería dividida en dos según los acuerdos Sykes-Picot entre ingleses y franceses.

Con estos acuerdos se empezaría a aplicar como tal el régimen de tutela, legítimo según el artículo 20 del estatuto de la Sociedad de Naciones en caso de que se trate de un territorio constantemente agitado por disputas o revueltas. A partir de ese momento, pues, los franceses podían gestionar el territorio que les había sido asignado según lo creyen necesario al igual que harían los franceses en su parte. Así pues, cada uno gestionaría la situación a su manera y mientras los franceses se centraron en beneficiar los intereses de los cristianos de la zona al proclamar en 1920 la independencia del Gran Líbano, de mayoría cristiana, los ingleses a los que les toca hacerse cargo de una situación aún más sensible consideran que en Irak debe otorgarse una teórica independencia, aunque siempre bajo su tutela, mientras que en Palestina optaron por mantenerse en cierta medida al margen, especialmente después de que la declaración Balfour a favor de los intereses judíos preocupara a los árabes en la zona.

Se observa así que el sentimiento de panarabismo no es algo reciente, sino que trasciende en el tiempo. Ya desde principios del siglo XX el Imperio Otomano es un coloso moribundo y sus últimos coletazos afectan de forma directa a los territorios árabes ya que el CUP en un primer momento y las potencias europeas después, los relevaron en un segundo plano provocando el malestar que acabaría con el tiempo llevando a que se alzaran en contra del status quo con la intención de crear un estado que encaje con sus pretensiones, unas pretensiones que por otra parte habían sido ignoradas durante todo este tiempo y provocarían grandes desgracias con el tiempo.