Craso Error
Craso Error ¿Alguna vez te has preguntado de dónde salen expresiones como un craso error? Hoy vamos a analizar el origen de esta expresión tan usada en nuestra lengua.
Esta expresión hace referencia a la derrota romana de Carrhae, en la cual liderados por el general romano Marco Licinio Craso murieron casi 30.000 soldados romanos
Para entender como se llega a esta situación debemos primero analizar el contexto. Nos encontramos en el año 53 a.C. La República Romana se encuentra sumida en grandes conflictos internos. Roma se recupera de una guerra civil que enfrentó a los optimates, que buscaban reducir el poder de la plebe y aumentar las atribuciones un Senado formado por las ilustres familias nobles, liderados por Sila, contra los populares, conocidos como la gente nueva que buscaba contar con el pueblo para limitar la capacidad del Senado, con Cayo Mario como líder. Además de la conocida como Tercera Guerra Servil, en la cual liderados por Espartaco una insurrección de esclavos estuvo a punto de hacer tambalear toda la economía romana. En medio de esta tumultuosa situación, algunos aprovecharon para sacar provecho.
Entre estos aparecería un hombre llamado Marco Licinio Craso, proveniente de la plebe pero de una familia con recursos. Craso tendría que huir a Hispania, actual Península Ibérica, para evitar la muerte a manos de Cayo Mario, como si les pasó a su padre y su hermano. Sería ya al lado del líder optimate, Lucio Cornelio Sila, cuando volvería por fin a Roma y vencerían definitivamente a los populares de Mario. Sila, con su victoria se proclamaría dictador vitalicio y empezaría en Roma un reinado de terror. Una situación que Craso aprovecharía para sacar partido ya que mediante la proscripción que consiste básicamente en delatar a enemigos políticos, se enriquecería enormemente.
Posteriormente Craso realizaría grandes inversiones en el sector inmobiliario. Gracias a esto lograría una de las mayores fortunas de la historia de Roma
Ya con una fortuna increíble en su poder, Craso consiguió convertirse en uno de los hombres más poderosos de Roma. Después de diversos éxitos como magistrado, fue él quien, después de diversos reveses, acabaría con el rebelde Espartaco. Esta victoria le serviría para terminar de consolidar su posición ante todos. Sería él mismo junto con el otro cónsul electo, Pompeyo, quien después de haber luchado junto a Sila, devolvería las atribuciones que el dictador había quitado al pueblo de Roma, congraciándose así con la plebe. Pero no terminaría de erigirse como absoluto líder porque se vería implicado en conjuras, como un intento del senador Catilina por hacerse con el poder de la República. Aún y así Marco Licinio Craso lograría el año 60 a.C. formar parte del triunvirato de hombres que controlaban Roma.
Craso, juntamente con Pompeyo, con quien ya había tenido sus disputas anteriormente, y un tal Cayo Julio César, sobrino del popular Cayo Mario, serían los que gobernarían Roma por encima del Senado
El poder en Roma, pues, quedaría dividido entre estas tres figuras que se dividen el territorio de la República. Mientras Pompeyo se queda en Roma y César se va a combatir a las Galias, Craso, atraído por la riqueza de Oriente, se lanzaría a conquistar el reino de los partos. Craso decidiría no escatimar en recursos para esta campaña y movilizará a casi 40.000 hombres, logrando así uno de los mayores ejércitos del momento. Envalentonado por la situación en Partia, que se encuentra sumida en una guerra civil fratricida, Craso decide internarse en territorio desconocido. Aún y así, Mitríades IV, el hermano que resultaría vencedor del conflicto, enviaría a su general Surenas a hacer frente a los romanos.
Surenas contaría con tan solo 10.000 hombres debido al desgaste sufrido por la guerra civil, y debía hacer frente a un ejército cuatro veces mayor
El general Craso decidiría así adentrarse del todo en territorio desconocido. Según las fuentes, esta la decisión de atacar Partia la tomaría en parte para emular los éxitos militares de Pompeyo y César, y en parte para que su hijo Publio pudiese empezar a escalar posiciones en las magistraturas romanas. Fuera como fuera, la decisión estaba tomada y Craso se adentraría en territorio parto tomando ciudades fuertes sin oposición hasta llegar a Zeugma. En Zeugma, una ciudad en la orilla del Éufrates, los exploradores romanos le informaron que habían encontrado huellas de un ejército parto que huya hacia el desierto. Ante esta noticia, Craso, desoyendo el consejo de su estado mayor que le recomienda acuartelarse, se lanza con todo hacia un enemigo invisible. Esta decisión la tomaría en parte por el consejo de Agbar, un príncipe árabe que le animaría a lanzarse cuanto antes contra los partos.
Con el consejo del príncipe árabe, Craso se desviaría del plan original que era esperar a la llegada de Artavasdes, rey de Armenia y aliado de Roma. De esta forma, con tan solo sus hombres, Craso se adentraría en el desierto, dejando el río atrás. Al final resultaría que Agbar no era otro que un aliado del general parto Surena, quién esperó a que los romanos se adentraran en territorio parto lejos de su línea de suministros. Craso cometería un error, otro más, al no levantar un campamento en el río Balisso, último punto de agua en medio de territorio desértico. Los soldados romanos, sin tan siquiera poder descansar, se encontraron así con los hombres de Surena. El ejército parto, a pesar de ser mucho menos numeroso, contaba con un gran número de arqueros y lanceros a caballo y esto sería aprovechado por su general. Surena lanzaría amagos con su caballería, dificultando con el polvo la visión de los romanos, que a la que querían reaccionar veían como se escapan sus objetivos.
La batalla empezaría así con los partos atacando y los romanos sin poder reaccionar
Para minimizar el efecto de los arqueros, Craso ordenó que sus tropas formaran un cuadrado y avanzaran esperando al momento en el que se quedaran sin proyectiles. Surena, pero, ya había previsto eso y según cuenta Plutarco, contaba con una caravana de camellos cargados de flechas. La caballería romana liderada por Publio Craso intentaría romper la formación parta antes de que el cuadrado romano fuese rodeado, pero a pesar de su heroísmo, caería junto a la mayor parte de los jinetes romanos. Llegados a este punto y ya sin caballería para desbaratar los ataques de los arqueros partos, la batalla se convertiría en masacre. Los romanos, en todo momento acosados por los arqueros partos, emprenderían su penosa retirada y dividirían su ejército en dos intentando evadir los ataques constantes.
De los casi 40.000 hombres que salieron en la campaña contra los partos, tan solo se salvaron unos pocos miles. Craso acabaría cometiendo un último error, y con sus hombres a punto de amotinarse, Craso acude con algunos legados a parlamentar con Surena. Los partos no respetaron el parlamento y terminarían acabando con Craso muerto junto con su estado mayor. Sus hombres, ya sin líder, se dividieron, algunos huyeron aprovechando el arropo de la noche, pero la mayoría se entregaron a los partos. Sobre como murió Craso hay distintas versiones. Lo que si sabemos es que Surena le cortó la cabeza y una mano y se la entregó a su rey, que pactó la paz con los armenios para poner sus ojos a la Siria romana.
Después del desastre, Cayo Longino, uno de los pocos supervivientes de las legiones de Craso, se atrincheraría en Siria.
Al final, los partos tuvieron demasiados problemas internos como para preparar un ataque con garantías en territorio romano. De hecho, Surena, el heroico general parto, sería condenado a muerte por su rey por la fama que había ganado. Los romanos lograron recomponerse del desastre de Carrhae y tan solo veinte años después las águilas de las siete legiones de Craso volvían a Roma. El recuerdo del fracaso de Craso, algo que muchos atribuyen a su ambición desmedida, eso sí, perduraría en el tiempo. De hecho, más de dos mil años después, seguimos utilizando la expresión de “craso error” cuando alguien comete una gran equivocación.
Podemos aprender de la experiencia de Craso y si en tu día a día ves que has cometido un error no insistas en ir hasta el final. A lo mejor una retirada a tiempo es una victoria
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