El concepto de nación
El concepto de nación, tal y como se entiende en nuestros días, no aparecerá hasta principios del siglo XIX si bien es cierto que el término nations derivado del nascor (nacer) había aparecido ya en la Edad Media, se usaba tan sólo para aglutinar a grupos de personas nacidos en un mismo lugar, sobre todo para diferenciar a los estudiantes de las universidades en grupos según su procedencia. La palabra nación tal y como lo entendemos hoy día, equivalente en cierta medida a pueblo, aparece con el romanticismo y es durante la Revolución Francesa cuando comienza a popularizarse, un concepto muy ligado al de libertad e igualdad. Hasta que Napoleón lo exportaría a todo el mundo como estandarte.
Partiendo de esta entradilla, se observa que el término nación es de reciente creación y como veremos a continuación resulta sumamente confuso ya que no tiene definición ni delimitación. De ahí que uno pueda vincular el término a sentimientos de todo tipo y que pasarían por todo el espectro, desde lo más positivo al más negativo. De hecho, podríamos decir que este término provoca prácticamente a partes iguales un sentimiento de identificación o unión como de rechazo frontal.
A partir de ahí aparece otro problema, qué base se le atribuye a esta presunta nación. De la misma manera que unos apelan por la lengua, otros consideran que el pilar está en la religión, o en la frontera territorial, o en la raza, en una historia común… Ernest Renan ya en 1882 intentaría resolver esta problemática descartando- uno a uno estos factores hasta establecer que sólo la voluntad colectiva de establecer una nación era la única base común en todos los casos. Una afirmación que con el tiempo sería contestada tanto desde la sociología como desde la filosofía.
Superando las primeras vicisitudes se llega al concepto de nacionalismo, que según Hobsbawm en las Naciones y Nacionalismos desde 1780, se definiría como una ideología moderna basada en una conciencia colectiva compartida por todos los miembros que se suma a una necesidad de establecer un Estado propio. Partiendo de esa base queda claro que todos los nacionalistas creen que hay al menos una nación, la suya. Esta lógica es la que lleva a algunos a pensar que la humanidad está dividida en naciones y para que exista un orden mundial cada nación debe corresponder a un estado. Se observa, pues, que aunque no haya una definición común y aceptada por todos y que gran parte de los humanos tan sólo sepan que forman parte de una, ningún nacionalista dudará de la existencia de su propia nación, ya que el sentimiento de nacionalismo muchas veces tiende a parecerse en gran medida a la creencia en Dios por su alto componente de irracionalidad.
El concepto de nación: aplicaciones actuales
Esta nación definida por los nacionalistas tiene muchas características propias, muchas únicas, que pasan desde una lengua propia a valores identitarios y elementos materiales o no, que agrupan a todos los que forman parte. Además, en muchos casos esta nación suele estar en peligro constante de disgregarse por culpa de la pérdida o abandono de rasgos identificativos por parte de sus miembros o bien por las amenazas externas en forma de otras naciones que conspiran de forma vil contra ellos. Por eso no resulta extraño ver que hay muchos individuos dispuestos a defender a su nación contra estas amenazas, arriesgando a ser necesario sus vidas ya que una vida humana es insignificante ante el concepto inmortal y atemporal de la patria.
En individuos como éstos se sustenta el Estado nacional para mantener su unidad, usando dos instrumentos, el Ejército que debe ser el encargado de defender la integridad y la independencia política frente a toda amenaza exterior y la educación nacional, que evitará la disgregación interna defendiendo la cultura nacional. A partir de ahí, el sentimiento de nacionalismo se enaltece de modo que llega un punto en el que ese nacionalismo se convierte en casi una religión secularizada.
En algunos casos de hecho, especialmente en la parte occidental del globo, el sentimiento de nacionalismo ha sustituido a los dioses como objeto de veneración. De este modo, un concepto que tiene una definición difícil en el ámbito político se ha convertido en un sentimiento contagioso que se ha ido extendiendo por el planeta, en diferentes formas, pero que en todos los casos lleva en mayor o menor medida dosis de ingenuidad religiosa además de en ningún caso satisfacer las esperanzas que se habían depositado al principio, incumpliendo así las promesas hechas en un primer momento.
La primera promesa incumplida de los nacionalismos era la de acabar con todas las guerras, precisamente por ese orden supuestamente aparecería en el mundo una vez que se hubieran definido todas las naciones como tal ya que no debemos olvidar el contexto en el que nace este concepto de nación, en la que se cree o hace creer que todos los conflictos armados son resultado de ambiciones ilegítimas de regímenes dinásticos. A este punto no debemos añadir mucho más, ya que es innegable que con el nacionalismo se han multiplicado las guerras, se han convertido en más masivas, más sangrientas y en algunos casos han llegado a escalar hasta convertirse en conflictos supra continentales. Además, han aparecido nuevas formas de hacer la guerra, como el sistema de guerrillas y otros términos que no existían antes como la conscripción o servicio militar obligatorio. También el concepto de guerra total también nace con el nacionalismo, ya que las guerras dejaron de ser una lucha por el control de una frontera donde la población se mantenía en su tierra viendo tan sólo como su gobernador pasaba a ser uno de ellos otro, para convertirse en un conflicto en el que miles de personas se ven obligados a desplazarse de sus poblaciones por culpa de estos conflictos, conflictos que además han sido mucho más mortíferos que los anteriores.
Otra promesa que en ningún momento se cumplió sería la de acabar con la opresión, puesto que como hemos visto al principio se vinculaba fuertemente este concepto de nación con la libertad e igualdad, realmente se consideraba que esta opresión era únicamente consecuencia de los imperios dinásticos y que una vez dentro del marco nacional todos serían considerados iguales. Un punto que evidentemente no puede estar más alejado de la realidad ya que el nacionalismo ha incrementado de forma indudable el odio entre distintos sectores de la población, produciendo desde persecuciones a genocidios más de una vez, a destacar entre otros el genocidio armenio por parte de los turcos o el antisemitismo en la Alemania Nazi. Además de todos los episodios de violencia armada o no por parte también de grupos de liberación nacional como ETA en el caso nacional o de los tigres tamiles en Sri Lanka, provocados también por esta aparición de los nacionalismos exacerbados.
Por último, la última promesa incumplida que se destacará en este artículo será la promesa de una primavera cultural sin precedentes en la historia. Aún y esta promesa, desde el primer momento el nacionalismo ha creado espacios culturales muy cerrados en sus fronteras, creando sistemas que desprecian la funcionalidad a favor de servir a los intereses de la nación, lo que corta las alas de forma clara y evidente a los jóvenes que ven que sus intereses son sacrificados en nombre de la cultura nacional. Sin embargo, el progreso tecnológico no se ha podido frenar y los rasgos culturales se difunden cada vez con mayor velocidad a pesar de los intentos por parte de estas naciones de limitarlo. ¿Viendo todos los problemas que han aparecido con el nacionalismo qué alternativas hay? Aquí cada uno con su forma de pensar, pero al menos plantear la existencia de Estados que sean poco más que corporaciones administrativas de ámbito geográfico sin pretensiones soberanas, y donde la democracia pierda importancia en favor de las libertades y los derechos humanos.